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lunes, 25 de octubre de 2010

LINEA DE DEFENSA PARA RESISTIR

LINEA DE DEFENSA PARA RESISTIR GUERRA DE DIVISAS
JESUS JIMENEZ LABAN

Realmente hay que celebrar cuando vemos empresas efectivamente prósperas enlistadas entre las seis mil mejores del mundo y muestran un crecimiento exponencial en el precio de sus acciones.  Del mismo modo hay que felicitarse cuando los capitales extranjeros se instalan en nuestra región porque les da sensación de estabilidad, rentabilidad y de futuro, sobre todo cuando vemos inversiones interandinas que se dan impulso recíprocamente en sus países.  Siendo una región estable no debe extrañar que muchos capitales se instalen aquí espantados por la crisis en un estado de “wait and see” (esperar y ver qué pasa)
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En medio de esta euforia de flujos de capital, el Perú es visto como el nuevo Jaguar de América.   Y la verdad nos debemos enorgullecer de que así sea, en virtud de sus probados fundamentos macroeconómicos y que la situación del país mejore aun con estabilidad jurídica y un estado constitucional de derecho.  Quién lo hubiera creído!.  Ahora Peru y Chile tienen superávit fiscal mucho más estable que las espaldas financieras de Brasil y Colombia.

Sin embargo, aun cuando exhibimos un blindaje más sólido que muchos vecinos en la subregión, es bueno fijarse en eventuales puntos críticos de riesgo.  Esto, por supuesto, tiene que ver con las tendencias especulativas que se ciernen sobre los mercados de la región, de lo cual hacen eco los principales medios financieros, incluso recuerdan el efecto tequila en México (1994)   Y esto debido a que, como se dijo, los capitales vienen de mercados inestables.  Hay economistas que alertan sobre una burbuja orientada hacia activos hipotecarios, viviendas, bonos soberanos y bolsa.   El reventón  se daría cuando estas inversiones –después de haber invertido en activos- se retiren cuando las economías de donde proceden, se recuperen como puede pasar en los mercados estadounidenses. asiático o europeo.

Si bien es cierto América Latina es vista como un gran refugio, no está libre de la influencia que ejerce sobre ella lo que se conoce ahora como “guerra de divisas”, fenómeno por el cual las monedas locales se vuelven más fuertes que el dólar, patrón monetario de los negocios internacionales.    Parecería que tener un sol fuerte nos beneficia, pero la realidad es que tener un dólar deprimido trae por los suelos a las exportaciones porque pierden competitividad en el mercado internacional.  

El fenómeno es mundial tal como demuestran las apreciaciones de Rusia (80 por ciento), Turquía (50 por ciento), Sudáfrica (40 por ciento) y Brasil (50 por ciento).   Nuestro vecino ha intentado sin resultado impuesto al tipo de cambio o  poner controles a los capitales extranjeros, cosa que no aconsejan poner los analistas en el menú de estrategias de la línea de defensa para resistir la crisis.   Por ello, quizás,  Chile se aleja de los controles, Perú interviene y mueve los encajes, en tanto que Colombia acelera acumulación de reservas.
  
En esencia, teniendo en cuenta que los países –presumiblemente Japón y China que acaba de elevar sus tipos- no están dispuestos a escuchar los mandatos de la próxima reunión G-20 –a realizarse en Corea, porque el problema no se reduce a tipos de interés sino al comportamiento del ahorro, según calificadas opiniones.  Entonces, lo que recomienda un staff de expertos es reducir tasas de interés, acumular reservas y reducir gasto público, pero de ningún modo control de capitales. Claro lo ideal, -siguiendo el criterio de estos economistas- es más depreciación del dólar y más apreciación del yuan lo cual supone en cierto modo dejar flotar la moneda y hacer ajuste fiscal, pero hay muchos que creen que  esto no se va a hacer porque todo el mundo quiere exportar.  


El problema es que si todos deprecian para alcanzar competitividad en sus exportaciones, el efecto podría resultar en un horroroso proteccionismo porque las depreciaciones necesitan siempre de una contrapartida.

Ahora bien, los mercados están en cierto modo tranquilos.  Pero todo el mundo se pregunta ¿qué pasará después del 3 de noviembre cuando la Reserva Federal de Estados Unidos decida una nueva ola expansiva?   Enfocados en los efectos, los expertos creen que la medida sería un golpe para las economías emergentes en el corto plazo y un boomerang para Estados Unidos.  Quiérase o no, parece ser que asistimos a un reacomodo de los mercados.   Si las economías industrializadas no nos compran nuestros productos y servicios por sus enormes limitaciones, no sería de extrañar si empezamos a colocar de manera frenética en nuevos mercados nuestras artesanías, confecciones, textiles, joyería y productos agroindustriales.

De manera que los ojos pueden estar puestos –si no está ocurriendo ya-  en el potencial de una integración  comercial que van desde un contexto  interandino a través de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el Mercado Común del Sur (Mercosur), Unión Sudamericana de Naciones (Unasur)  a  otro centroamericano a partir del Arco del Pacifico con la mirada puesta en el Sudeste asiático, por lo menos para compensar en algo el impacto de la merma de exportaciones hacia los mercados tradicionales que consumen nuestras materias primas en su gran mayoría y productos de valor agregado para dejar de ser primarios.  Estamos en la cuenta regresiva, queda poco tiempo para la acción y la prevención contra un reventón.