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martes, 26 de octubre de 2010

PONIENDO A CAMINAR A TODOS AL MISMO RITMO Y VELOCIDAD

¿PUEDE SER EL PRIMER MUNDO NUESTRA PAREJA DE BAILE?
JESUS JIMENEZ LABAN

Las enormes mejoras y avances en el sistema educativo de Finlandia, Corea, Singapur y Malasia despertarían la sana envidia de cualquier peruano.  Indistintamente, es la educación el gran motor de las transformaciones en estos países, incidiendo en el crecimiento, la mejora de la calidad de vida, el despegue de la ciencia y tecnología y, por consiguiente, la innovación contínua como blindaje de la competitividad en los negocios internacionales.

Como la rueda pinchada de un coche, la educación está en crisis.  La educación continua, la especialización, los convenios educativos con universidades del exterior, las carreras técnicas y los centros de innovación se han puesto de moda como líneas de defensa para resistir esa crisis, pero no es suficiente.

Mientras en el Perú conservamos el monopolio de la mala calidad de su educación –algo ciertamente muy triste  reconocerlo- albergamos en las aulas a estudiantes que no entienden lo que leen y a universitarios sin método científico ni criterio dialéctico para acercarse a la verdad con renovados bríos por  la investigación, ni mucho menos con la voluntad para asumir un compromiso con el país, en otras partes del planeta la educación marcha de la mano con la nutrición de los niños,  las necesidades de la empresa –en tanto generadora de empleo y de bienestar social- la superespecialización (Ej. consultora en conflictos mineros o en huecos microscópicos para embolsar verduras)   y la innovación como aporte a la generación de patentes, expansión de la propiedad intelectual y generación de conocimiento nuevo que es lo que mueve al mundo.

En la historia económica  sólo tres factores se reconocen como generadores de riqueza.   Alvin Toeffler en su obra “La Revolucion de la Riqueza” nos recuerda que éstos fueron el arado, en la edad antigua; la cadena montaje con la revolución industrial e internet, en la sociedad post industrial.  De manera que así como la cadena de montaje trajo al mundo los horarios, la producción en serie, el turno de trabajo y la figura del empleo, del mismo modo esta nueva era trae sus propias características, principios, procedimientos y formas.

Como apuntan las Naciones Unidas el futuro del trabajo depende del desarrollo de la infraestructura de las telecomunicaciones.   A más redes, sistemas y tecnologías de información y comunicación, habrá más desarrollo de contenidos para dinamizar –con gente capacitada que asuma los nuevos retos- la actividad productiva y la economía del conocimiento.  Se trata de un mundo donde habrá más trabajo, pero la gente trabajará menos en sus propias oficinas porque todo o casi todo estará centrado en el teletrabajo, el retorno de la fabrica al hogar,  en la autogestión, el autoempleo o la ayuda para la autoayuda.

Como el cambio que se necesita debe venir desde adentro o de abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo –según el tiempo y el espacio de las instituciones- y nadie hace nada porque así sea, entonces han encontrado la puerta abierta las organizaciones no gubernamentales para ayudar en esta tarea de mejorar el país.  De este modo, existen ONGs operando en los partidos políticos y sus dirigentes,  la prensa y sus periodistas, el medio ambiente, el Poder Judicial y los derechos humanos, pero lo que se requiere es reconstruir el sistema en su conjunto para poner a caminar a todos al mismo ritmo y velocidad teniendo como norte los intereses supremos del Perú.

Hoy en dìa, es un poco lo que puede lograr con un Poder Ejecutivo con licitaciones que reclaman velocidad, ahorro, transparencia para la obra pública y que por razones presupuestales o de otra índole no protege ni hace cumplir la seguridad ciudadana  porque tiene a la policía incomunicada por falta de equipos para cumplir su misión o a las las fuerzas armadas en inferioridad tecnológica para combatir el terrorismo y el narcotráfico.  Qué podemos hacer con un Poder Legislativo que hincha de leyes el país en un estado que camina muy lento y un recurso humano indiferente y resistente a la crítica.  El problema no se soluciona con más leyes sino que se cumplan efectivamente las que existen.   

Sólo miremos cuánto tiempo ha pasado para aprobar o modificar las leyes vinculadas a la regionalización, la descentralización, el medio ambiente y el desarrollo sostenible,  las telecomunicaciones, la banca, las inversiones, la energía sin contar las que quedan por actualizar que tienen que ver con la propiedad intelectual, las patentes y las marcas, el acceso a la información como base de la transparencia en una democracia y el derecho a la intimidad, entre otras iniciativas.  

Ni que hablar de un Poder Judicial que trabaja con jueces, fiscales, procuradores y abogados capacitados para estar a la altura de la modernidad, pero con expedientes pegados con hilo y aguja en gran parte de la República y la enorme carga procesal que demora los juicios.  Justicia tardía no es justicia. La notificación electrónica, la oralidad en los procesos penales en los nuevos códigos, y la jurisprudencia coherente como base fundamental de una justicia previsible, son sólo parches en un sistema que requiere una reforma profunda al servicio del justiciable, es decir, todo aquello a que aspira el derecho positivo en camino a la justicia.

Junto con ello, los valores están ausentes en muchos niveles de la vida nacional, los sindicatos han perdido poder y han sido desplazados por las ONGs.  Miles de ancianos mueren sin protección en estado de miseria y una gran mayoría de familias en el Perú no ha conocido nunca lo que se llama bienestar.

Ya lo advirtió el politólogo norteamericano Francis Fukuyama, autor del best seller “El fin de la historia” (1992) cuando dijo en su reciente visita a Lima que no intentemos ser una economía de primer mundo si seguimos siendo un estado del tercero mundo.   Esta urgencia de modernización del estado, automatización de los procesos y encaminamienmto del Estado mismo, la Sociedad y la Empresa hacia una economía de conocimiento, es la que tienen que entender todos: gobernantes, gobernados, educadores, filósofos, sindicalistas, campesinos, legisladores, políticos, empresarios, policías, militares, deportistas etc. Y preguntarnos todos:  ¿Puede ser el primer mundo pareja de baile del Perú?
   

TIEMPO PARA DETENERSE Y PENSAR EN EL PERU

DEL GRUPO DEL PROYECTO AL TRABAJO EN EQUIPO
JESUS JIMENEZ LABAN

Asistimos a una nueva época, la era de la prisa.   Es el tiempo también de los contenidos y del conocimiento que nos hace ver que quien no tiene experiencia, no existe.  Muchos desayunan con las noticias CNN, el periódico The Wall Street Journal o las noticias ampliadas de la radio sobre la próxima caída de la bolsa, las cuentas dudosas de las empresas o el relajo de la seguridad, una característica de la economía del conocimiento, las telecomunicaciones y las tecnologías de información y comunicación, los rieles o las superautopistas de la globalización.

Pero, en medio de estas labores, hay una sentencia para todos: “¡INNOVAR, o MORIR!”.   Tenemos que correr a mil por hora para no ser desplazados por el mercado.

En esta batalla por llegar primeros al conocimiento nuevo y siendo la globalización un fenómeno eminentemente financiero, la gente quisiera que le pongan un chip en la cabeza para estar al día en los cambios de las tasas de interés, las ganancias de las acciones o la quiebra de nuevas empresas.   No cabe duda, el mundo se está volviendo más veloz y cada vez más interdependiente.  Tanto que cuando un mercado financiero se agripa, todos los demás estornudan.  Es el momento de la rapidez y de la vida virtual, la “second life”.  De manera que quien no llega a tiempo, pierde el tren del progreso y de la prosperidad.  

Abundan los casos en los que unos suben por el ascensor mientras que otros todavía lo hacen por las escaleras.   Estos últimos son los condenados a quedar rezagados como payazos apiñados en un bus.  Y esto es cierto tanto para personas y empresas como para los Estados. 

Si alguien preguntara ¿qué tan bien está Perú cuando tiene que moverse al ritmo de las potencias industriales?   Para nadie es un secreto que la respuesta sería que el Perú es lento –todavía muy lento- de cara al resto del mundo post industrial.  Y es que el país todavía no corre sino camina lento o renquea, pero eso no es lo ideal a la altura de un mundo global.   De manera que no nos engañemos cuando solamente hablamos de una economía sólida, buena acumulación de reservas, déficit fiscal,  Inflación, deuda externa bajo control y estabilidad cambiaria. Como decía el poeta César Vallejo, “…hay todavía mucho por hacer”.

La economía está creciendo demasiado rápido, `pero eso no guarda sincronía con un estado que sigue anquilosado –casi esclerótico- en los primeros años del siglo XX, salvo raras y honrosas excepciones.  Es usual echarle la culpa a la burocracia, pero ésta en sí no es mala.  Lo que pasa es que su sistema está envejecido y ya no aguanta más.  Hay quienes sostienen que costaría menos poner en marcha una nueva que clausurar una vieja.  Y es que lo se quiere es  migrar del "grupo de proyecto" al "trabajo en equipo", el paso del sueño a la acción como transición fundamental a crear una nueva estructura de cara al mundo moderno.

Entonces tenemos aquí un tremendo problema de sincronismo, un desfase en el tiempo entre la economía, el Estado que no funciona y una sociedad sin igualdad de oportunidades por razones distribución de recursos, calidad de educación o de asimetría en el acceso a la información, lo cual supone formación, capacitacion y entrenamiento del recurso humano en función de lo que demanda la globalización y la sociedad de la información.  Lo que está por ocurrir en el Perú es el paso del muslo a la inteligencia, siempre y cuando haya voluntad de cambiar las cosas.

Paradójicamente, la gente que está involucrada en el problema y que probablemente puede ser parte de la solución, no tiene tiempo para detenerse y pensar en estos detalles.   Es cierto que existen profesionales que han cambiado su modo de trabajar, pero la ley, las estructuras y los procesos siguen siendo lentos.  Por eso, el reto de los próximos años es hacer a un lado un montón de chatarra y poner a caminar a todos al mismo ritmo y velocidad pero al mismo tiempo colocar filtros para no terminar sobornando a la gente para que trabaje como ha pasado en economías planificadas.    

Entonces, lo que aquí en el Perú falta es un equilibrio entre sincronización  y desincronización.  Es el mismo problema –aunque en otras proporciones- que tienen las grandes potencias Estados Unidos, China, Japón, Reino Unido y la Unión Europea, pese a su crecimiento y desarrollo.  La fórmula es simple, pero su implementación compleja.  La urgencia es tener una economía de avanzada, pero se necesita una sociedad de avanzada.  

Lo que está fallando en el Perú es lo segundo y  remedios efectivos para el corto, mediano y largo plazo son la educación,  volver veloces las estructuras políticas en sincronía con la economía del conocimiento y construir un país competitivo con más centros de innovación e impulso a la ciencia y la tecnología.  Empecemos por romper las estructuras obsoletas y carentes de objetivos.