EMPRESARIOS QUE VIENEN DESDE ABAJO
Jesús Jiménez Labán (*)
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Es realmente inquietante la alta mortalidad de pequeñas y medianas empresas. Una gran parte sucumbe por falta de capacitación, de información e intercambio de experiencias que les permita participar en un permanente proceso de innovación y competitividad. Además, la deficiencia que los priva de oportunidades es la extra-legalidad. La informalidad afecta a las pequeñas empresas dejándolas fuera de los marcos legales e impidiéndoles el acceso rápido a créditos, inversionistas e incluso asesoría jurídica.
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Se ha citado hace poco en un programa de televisión que si el margen de utilidad de un microempresario es de 9%, esté microempresario estaría imposibilitado de pagar el Impuesto General a las Ventas (IGV) de 19% porque trabaja con altos costos de producción y baja rentabilidad por la competencia que impone el mercado. Otros microempresarios han tenido que dar de baja a su RUC porque las multas y papeletas han resultado por encima del capital de sus empresas, lo cual los empujó a trabajar como subcontratados de sus propios ex competidores.
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Y como si esto fuera poco, su esfuerzo, muchas veces descomunal en relación a lo que reciben, no es debidamente compensando para tener una vejez digna. Estamos hablando de un inmenso ejército de microempresarios que no tiene horas extras, no aportan a un seguro de salud ni de pensiones, ni mucho menos tienen vacaciones, gratificaciones y compensación por tiempo de servicios (CTS).
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Queda claro que para liberar de toda traba a estos pequeños hombres de negocios que viene de abajo es importante mejorar las condiciones de acceso al crédito barato, racionalizar la onerosidad de imposición tributaria de acuerdo a la capacidad de producción de cada unidad y flexibilizar la contratación de trabajadores, pero también permitirles el ejercicio de sus derechos a la salud y pensión.
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La microempresa no es poca cosa en Perú. Las estadísticas reafirman que el 71.5 por ciento por ciento de la producción peruana es generado por el sector de microempresarios, con una incidencia en la economía mucho menor que la pequeña empresa que bordea el 6 por ciento y la mediana que alcanza al 9.5 por ciento quedando para la gran empresa un 14 por ciento.
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El hecho de que los pequeños negocios mueren en Perú antes de cumplir un año es una dramática realidad para muchas familias, a pesar de que son generadoras de la mayoría del PBI y proveen empleo masivo a nivel nacional. De manera que si no hay cambios visibles, estos pequeños empresarios seguirán desamparados en el conocimiento de contratos internacionales, no sabrán exigir sus derechos, no conocerán los medios de pago ni manejo documentario para tener financiamiento y un gran número no protegerá su mercancía con seguros.
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Cuando está en camino la puesta en vigor de un conjunto de acuerdos comerciales con Estados Unidos, la Unión Europea y Asia Pacífico (APEC), otro tema fundamental aquí es que los pequeños empresarios adopten patrones de éxito, se agrupen para formar cadenas productivas y asimilen fórmulas de negocio ya probadas en otras partes del mundo, a través de foros en los cuales puedan compartir experiencias y debatir sobre temas de interés con otros emprendedores.
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Hacerse de un espacio, trabajar a pulso y emerger desde abajo para proveer calidad, mostrarse competitivos y cumplir con los estándares internacionales para atender en tiempo y lugar adecuado al cliente, hacen de este gremio un sello distintivo, pero sigue en la categoría de hombres de negocios más olvidada en el universo empresarial del Perú.
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Hace más de una década escribía en mi libro “Democracia con Energía” que Gary S. Becker, profesor de la Universidad de Chicago y premio nobel de economía 1992, siempre ponía énfasis en que “todos ganamos en una competencia abierta y eso hará que los servicios mejoren porque aquellos que aquí sobrevivan serán los más eficientes”.
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Hoy como ayer, tengo que reiterar que a la luz del interés mostrado por los organismos financieros internacionales y empresas extranjeras para trabajar con peruanos emprendedores, es urgente que la pequeña empresa sea eficiente, competitiva y mejor preparada para encarar los retos que trae la apertura comercial en un mundo de globalización donde el desarrollo de habilidades y el perfeccionamiento de procesos a través de las tecnologías de información es vital.
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La pequeña empresa sigue siendo la palanca económica más real no ya para reactivar, como dije en ese entonces, sino para consolidar el sector exportador en la hora presente.
Consultor en desarrollo estratégico y Presidente de la Asociación Civil CENTRUM LABAN
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FUENTES
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-Trabajo Decente y Juventud, Informe Regional, Organización Mundial del Trabajo (OIT),
-Congreso de la República, Comisión de Trabajo, debate legislativo
- DS 019-2007
-Democracia con Energía, Jesús Jiménez Labán, 1994
Jesús Jiménez Labán (*)
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Es realmente inquietante la alta mortalidad de pequeñas y medianas empresas. Una gran parte sucumbe por falta de capacitación, de información e intercambio de experiencias que les permita participar en un permanente proceso de innovación y competitividad. Además, la deficiencia que los priva de oportunidades es la extra-legalidad. La informalidad afecta a las pequeñas empresas dejándolas fuera de los marcos legales e impidiéndoles el acceso rápido a créditos, inversionistas e incluso asesoría jurídica.
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Se ha citado hace poco en un programa de televisión que si el margen de utilidad de un microempresario es de 9%, esté microempresario estaría imposibilitado de pagar el Impuesto General a las Ventas (IGV) de 19% porque trabaja con altos costos de producción y baja rentabilidad por la competencia que impone el mercado. Otros microempresarios han tenido que dar de baja a su RUC porque las multas y papeletas han resultado por encima del capital de sus empresas, lo cual los empujó a trabajar como subcontratados de sus propios ex competidores.
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Y como si esto fuera poco, su esfuerzo, muchas veces descomunal en relación a lo que reciben, no es debidamente compensando para tener una vejez digna. Estamos hablando de un inmenso ejército de microempresarios que no tiene horas extras, no aportan a un seguro de salud ni de pensiones, ni mucho menos tienen vacaciones, gratificaciones y compensación por tiempo de servicios (CTS).
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Queda claro que para liberar de toda traba a estos pequeños hombres de negocios que viene de abajo es importante mejorar las condiciones de acceso al crédito barato, racionalizar la onerosidad de imposición tributaria de acuerdo a la capacidad de producción de cada unidad y flexibilizar la contratación de trabajadores, pero también permitirles el ejercicio de sus derechos a la salud y pensión.
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La microempresa no es poca cosa en Perú. Las estadísticas reafirman que el 71.5 por ciento por ciento de la producción peruana es generado por el sector de microempresarios, con una incidencia en la economía mucho menor que la pequeña empresa que bordea el 6 por ciento y la mediana que alcanza al 9.5 por ciento quedando para la gran empresa un 14 por ciento.
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El hecho de que los pequeños negocios mueren en Perú antes de cumplir un año es una dramática realidad para muchas familias, a pesar de que son generadoras de la mayoría del PBI y proveen empleo masivo a nivel nacional. De manera que si no hay cambios visibles, estos pequeños empresarios seguirán desamparados en el conocimiento de contratos internacionales, no sabrán exigir sus derechos, no conocerán los medios de pago ni manejo documentario para tener financiamiento y un gran número no protegerá su mercancía con seguros.
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Cuando está en camino la puesta en vigor de un conjunto de acuerdos comerciales con Estados Unidos, la Unión Europea y Asia Pacífico (APEC), otro tema fundamental aquí es que los pequeños empresarios adopten patrones de éxito, se agrupen para formar cadenas productivas y asimilen fórmulas de negocio ya probadas en otras partes del mundo, a través de foros en los cuales puedan compartir experiencias y debatir sobre temas de interés con otros emprendedores.
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Hacerse de un espacio, trabajar a pulso y emerger desde abajo para proveer calidad, mostrarse competitivos y cumplir con los estándares internacionales para atender en tiempo y lugar adecuado al cliente, hacen de este gremio un sello distintivo, pero sigue en la categoría de hombres de negocios más olvidada en el universo empresarial del Perú.
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Hace más de una década escribía en mi libro “Democracia con Energía” que Gary S. Becker, profesor de la Universidad de Chicago y premio nobel de economía 1992, siempre ponía énfasis en que “todos ganamos en una competencia abierta y eso hará que los servicios mejoren porque aquellos que aquí sobrevivan serán los más eficientes”.
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Hoy como ayer, tengo que reiterar que a la luz del interés mostrado por los organismos financieros internacionales y empresas extranjeras para trabajar con peruanos emprendedores, es urgente que la pequeña empresa sea eficiente, competitiva y mejor preparada para encarar los retos que trae la apertura comercial en un mundo de globalización donde el desarrollo de habilidades y el perfeccionamiento de procesos a través de las tecnologías de información es vital.
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La pequeña empresa sigue siendo la palanca económica más real no ya para reactivar, como dije en ese entonces, sino para consolidar el sector exportador en la hora presente.
Consultor en desarrollo estratégico y Presidente de la Asociación Civil CENTRUM LABAN
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FUENTES
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-Trabajo Decente y Juventud, Informe Regional, Organización Mundial del Trabajo (OIT),
-Congreso de la República, Comisión de Trabajo, debate legislativo
- DS 019-2007
-Democracia con Energía, Jesús Jiménez Labán, 1994
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