¿PUEDE SER EL PRIMER MUNDO NUESTRA PAREJA DE BAILE?
JESUS JIMENEZ LABAN
Las enormes mejoras y avances en el sistema educativo de Finlandia, Corea, Singapur y Malasia despertarían la sana envidia de cualquier peruano. Indistintamente, es la educación el gran motor de las transformaciones en estos países, incidiendo en el crecimiento, la mejora de la calidad de vida, el despegue de la ciencia y tecnología y, por consiguiente, la innovación contínua como blindaje de la competitividad en los negocios internacionales.
Como la rueda pinchada de un coche, la educación está en crisis. La educación continua, la especialización, los convenios educativos con universidades del exterior, las carreras técnicas y los centros de innovación se han puesto de moda como líneas de defensa para resistir esa crisis, pero no es suficiente.
Mientras en el Perú conservamos el monopolio de la mala calidad de su educación –algo ciertamente muy triste reconocerlo- albergamos en las aulas a estudiantes que no entienden lo que leen y a universitarios sin método científico ni criterio dialéctico para acercarse a la verdad con renovados bríos por la investigación, ni mucho menos con la voluntad para asumir un compromiso con el país, en otras partes del planeta la educación marcha de la mano con la nutrición de los niños, las necesidades de la empresa –en tanto generadora de empleo y de bienestar social- la superespecialización (Ej. consultora en conflictos mineros o en huecos microscópicos para embolsar verduras) y la innovación como aporte a la generación de patentes, expansión de la propiedad intelectual y generación de conocimiento nuevo que es lo que mueve al mundo.
En la historia económica sólo tres factores se reconocen como generadores de riqueza. Alvin Toeffler en su obra “La Revolucion de la Riqueza” nos recuerda que éstos fueron el arado, en la edad antigua; la cadena montaje con la revolución industrial e internet, en la sociedad post industrial. De manera que así como la cadena de montaje trajo al mundo los horarios, la producción en serie, el turno de trabajo y la figura del empleo, del mismo modo esta nueva era trae sus propias características, principios, procedimientos y formas.
Como apuntan las Naciones Unidas el futuro del trabajo depende del desarrollo de la infraestructura de las telecomunicaciones. A más redes, sistemas y tecnologías de información y comunicación, habrá más desarrollo de contenidos para dinamizar –con gente capacitada que asuma los nuevos retos- la actividad productiva y la economía del conocimiento. Se trata de un mundo donde habrá más trabajo, pero la gente trabajará menos en sus propias oficinas porque todo o casi todo estará centrado en el teletrabajo, el retorno de la fabrica al hogar, en la autogestión, el autoempleo o la ayuda para la autoayuda.
Como el cambio que se necesita debe venir desde adentro o de abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo –según el tiempo y el espacio de las instituciones- y nadie hace nada porque así sea, entonces han encontrado la puerta abierta las organizaciones no gubernamentales para ayudar en esta tarea de mejorar el país. De este modo, existen ONGs operando en los partidos políticos y sus dirigentes, la prensa y sus periodistas, el medio ambiente, el Poder Judicial y los derechos humanos, pero lo que se requiere es reconstruir el sistema en su conjunto para poner a caminar a todos al mismo ritmo y velocidad teniendo como norte los intereses supremos del Perú.
Hoy en dìa, es un poco lo que puede lograr con un Poder Ejecutivo con licitaciones que reclaman velocidad, ahorro, transparencia para la obra pública y que por razones presupuestales o de otra índole no protege ni hace cumplir la seguridad ciudadana porque tiene a la policía incomunicada por falta de equipos para cumplir su misión o a las las fuerzas armadas en inferioridad tecnológica para combatir el terrorismo y el narcotráfico. Qué podemos hacer con un Poder Legislativo que hincha de leyes el país en un estado que camina muy lento y un recurso humano indiferente y resistente a la crítica. El problema no se soluciona con más leyes sino que se cumplan efectivamente las que existen.
Sólo miremos cuánto tiempo ha pasado para aprobar o modificar las leyes vinculadas a la regionalización, la descentralización, el medio ambiente y el desarrollo sostenible, las telecomunicaciones, la banca, las inversiones, la energía sin contar las que quedan por actualizar que tienen que ver con la propiedad intelectual, las patentes y las marcas, el acceso a la información como base de la transparencia en una democracia y el derecho a la intimidad, entre otras iniciativas.
Ni que hablar de un Poder Judicial que trabaja con jueces, fiscales, procuradores y abogados capacitados para estar a la altura de la modernidad, pero con expedientes pegados con hilo y aguja en gran parte de la República y la enorme carga procesal que demora los juicios. Justicia tardía no es justicia. La notificación electrónica, la oralidad en los procesos penales en los nuevos códigos, y la jurisprudencia coherente como base fundamental de una justicia previsible, son sólo parches en un sistema que requiere una reforma profunda al servicio del justiciable, es decir, todo aquello a que aspira el derecho positivo en camino a la justicia.
Junto con ello, los valores están ausentes en muchos niveles de la vida nacional, los sindicatos han perdido poder y han sido desplazados por las ONGs. Miles de ancianos mueren sin protección en estado de miseria y una gran mayoría de familias en el Perú no ha conocido nunca lo que se llama bienestar.
Ya lo advirtió el politólogo norteamericano Francis Fukuyama, autor del best seller “El fin de la historia” (1992) cuando dijo en su reciente visita a Lima que no intentemos ser una economía de primer mundo si seguimos siendo un estado del tercero mundo. Esta urgencia de modernización del estado, automatización de los procesos y encaminamienmto del Estado mismo, la Sociedad y la Empresa hacia una economía de conocimiento, es la que tienen que entender todos: gobernantes, gobernados, educadores, filósofos, sindicalistas, campesinos, legisladores, políticos, empresarios, policías, militares, deportistas etc. Y preguntarnos todos: ¿Puede ser el primer mundo pareja de baile del Perú?
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