JESUS JIMENEZ LABAN
Aunque algunos técnicos consideran que es una exageración estar hablando de que el mundo está al borde de una nueva crisis alimentaria, para la FAO, el órgano especializado en agricultura de las Naciones Unidas, es una posibilidad que no hay que descartar.
A diferencia de la crisis 2007-2008 –que se dio por la compra de maíz, caña de azúcar y soja- para producir etanol, es vez puede ser mera especulación con los precios, siguiendo la carestía de las commodities. Sin embargo, funcionarios de la FAO que las cosechas andan bien, que no hay motivo alguno para que los precios –como Rusia- limiten las exportaciones.
Viendo las cosas de otro ángulo, la guerra de divisas y el cambio climático podrían alterar el panorama agrícola, por lo que el Banco Mundial –según reportes institucionales- ha alargado su blindaje hasta el año 2011 para brindar seguridad alimentaria en los puntos más vulnerables del planeta.
Siguiendo las tendencias ecológicas, la protección de la vida y la salud es un bien jurídico insoslayable. Por eso, la demanda de productos orgánicos y la exigencia de tierras no envenenadas con químicos. La tierra que ha de usarse para cultivos orgánicos tendrán que descansar como mínimo 3 años, algo que tiene su excepción si los productores logran acreditar –de manera fehaciente- que la tierra no ha tenidos uso con fertilizantes y pesticidas.
Esto supone otra exigencia, las certificación, un proceso que van desde el campo de cultivo, la calidad del productos, planta de procesamiento, transporte, exportación y comercialización -que emplea una legislación heterogénea en el mundo –principalmente Estados Unidos, Unión Europea, Canadá, Japón. Por ejemplo, se intenta homologar la normativa de Senasa, con la legislación de la Unión Europea, mercado de destino del 60 por ciento de la oferta agrícola peruana.
Está en boca de todo el mundo la compra por parte de China de grandes extensiones de tierra para producir etanol en Rusia, Nueza Zelanda, Argentina y Brasil. Es la disyuntiva entre la carrera despiadada por controlar el calentamiento global con el empleo de biocombustibles –etanol- y la necesidad de ampliar la frontera agrícola para alimentar a millones de familias.
El problema es que en tiempos de alimentos caros –arroz, trigo, maíz- mucha gente se verá obligada a cambiar sus hábitos alimentarios por kiwicha, quinua, maca porque el Peru no es un país que consume espárragos o alcachofas. Aun así, ya viene Olmos con 30 mil hectáreas en una primera etapa y 100.000 ha en una segunda, segmentos en los cuales las tierras se verán divididas entre cultivos para uso alimentario y plantaciones para uso energético, una nueva fisonomía en el campo.
Todos nos preguntamos, por que no bajan los precios de los alimentos que subieron durante la crisis de 2008? ¿Existen mecanismos regulatorios para evitar la especulación y el acaparamiento?. Habrá que ver.
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