JESUS JIMENEZ LABAN
Es realmente asombroso cómo documentos clasificados de la diplomacia caen en manos de terceros. Por eso, Estados Unidos ha condenado lo que calificó como “acción imprudente y peligrosa” de Wikileaks de divulgar informes diplomáticos que podrían poner vidas en peligro y dañar relaciones con países amigos. ¿Hasta qué punto hay límites en la libertad de expresión cuando se trata de paz pública o seguridad del Estado? Es esto lo que se ha puesto en debate y no hay fáciles respuestas.
Sin embargo, así como tenemos amplias facultades para revelar la verdad con responsabilidad, del mismo modo debemos ser cuidadosos en proteger la honra, la intimidad y la privacidad de las personas, cuidar de la seguridad nacional, no contribuir a alterar el orden público ni mucho menos ser caja de resonancia de terceros o contribuir sin proponerse a la degradación moral del país.
Sumados a las anteriores revelaciones, ha causado revuelo la publicación de documentos que aseguran que EEUU ejerció presión para frenar investigaciones en España por hechos relacionados a Guantánamo, lo cual fue desmentido por jueces y fiscales. Dichos documentos que hablan también de los avances del servicio de inteligencia entre Cuba y Venezuela, y muestran que Brasil conocía de la existencia de las FARC en Venezuela y consideraba a Colombia como fuente de inestabilidad de la región. Los mismos papeles se refieren a un tumor en la nariz del presidente Evo Morales. Hay nuevas revelaciones en camino.
De hecho, Wikileaks sigue remeciendo los cimientos de la diplomacia poniendo al desnudo lo que pasaría por dentro en el mundo político y diplomático. En este caso de filtración de documentos de Estado, al parecer por falta de información se pondría estar confundiendo la actuación de diplomáticos con espionaje tanto por la forma como investigan las misiones diplomáticas como por el interés en las personas que dirigen las políticas en los Estados.
Siguiendo las prácticas del derecho internacional y del derecho diplomático, lo que han hecho los diplomáticos -reportes de sus embajadas a su Sede Central- es lo que precisamente está permitIdo hacer –dentro del cuadro de funciones- a un Jefe de Misión diplomática, vale decir, informar sobre el entorno y sobre los protagonistas, siempre y cuando hagan uso de medios lícitos.
La Convención de Viena suscrita en 1961 –una especie de biblia entre los diplomáticos de casi todo el mundo- señala como una de sus funciones en su artículo 3 de manera clara y sobria: “enterarse por todos los medios lícitos de las condiciones y de la evolución de los acontecimientos en el Estado receptor e informar sobre ello al gobierno del Estado acreditante”. Vale recordar –siguiendo al ilustre maestro Javier Pérez de Cuéllar en su “Manual de derecho diplomático”-, que la Convención de Viena, por ser casi universalmente admitida, es el esfuerzo más importante de codificación.
Por eso, resulta entendible y descifrable por qué varios agentes diplomáticos –por ejemplo en Centroamérica y América del Sur- hacen notar la naturaleza de estas funciones –informar y opinar en un determinado contexto- además de aclarar que se trata de información preliminar e incompleta. Por supuesto, la función de un agente diplomático, que se ampara en la Convención de Viena, es distinta a la de un agente de inteligencia que, por lo general, salvaguarda los intereses del Estado, su seguridad e integridad, pero, a veces, usa medios que podrían ser ilícitos o compra la información para la puesta a su servicio, según definiciones académicas.
Desde el punto de vista del periodista Julián Assange se trata del ejercicio al derecho de la libertad de expresión, pero se le imputa en medios oficiales imprudencia e irresponsabilidad. Al parecer lo que crea el problema no es el ejercicio de la libertad de recibir y difundir información sin ser molestado, sino los contenidos como reflejo de una situación dada que ponen en peligro bienes jurídicos. Sin embargo, con excepción de CNN que se negó a difundir la información, otros diarios respetados e influyentes con New York Times, El País, Le Monde, The Guardian, Der Spiegel hicieron llegar a su comunidad de lectores los contenidos de los documentos.
El diario británico The Guardian, por ejemplo, dice que ahora las cosas en el mundo se ven más claras y también los peligros que lo acechan. Naturalmente se presenta para el poder el dilema: o aceptar la información y pedir disculpas –cosa poco probable- o se niega en todos los extremos los contenidos de la misma, según varias opiniones.
Viene a colación este comentario porque los medios reproducen la intención de revivir la Ley de Espionaje de 1917 que en su articulado estipularía que “la posesión no autorizada de información relacionada con la seguridad nacional” sería delito si la publica o la conserva cuando el gobierno ha exigido su devolución. El problema sería que esta norma es anterior a la Primera Enmienda –aprobada por la Corte Suprema de los Estados Unidos- que tiene que ver con ciertos límites a la libertad de expresión.
El Departamento de Justicia junto con el Pentágono están realizando una “activa investigación criminal” sobre el asunto, según asegura el Fiscal General Eric H. Holder. Aun así, Holder reconoce ante el Washington Post que hay vacíos en la ley, pero parece ser que Julián Assange será procesado de una manera y u otra. Jeffrey Smith, antiguo consejero de la CIA, citado por la misma fuente, mostró su seguridad de que Justica encontraría la manera de procesarlo.
Esto explicaría por qué el Presidente Barack Obama –abogado de nota- guardó absoluto silencio sobre la revelación de la información a través de los medios. Ha sido la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, también abogada de prestigio, quien ha puesto énfasis en un reforzamiento para impedir filtraciones de su cuerpo diplomático.
En una entrevista concedida a TIME vía Skype en la clandestinidad, Julián Assange el fundador de Wikileaks –con orden de captura por la Interpol categoría roja por supuestos abusos sexuales-, sugiere la renuncia de la señora Hillary Clinton como Secretaria de Estado. Esto “si se puede demostrar que ella ordenó actividades de espionaje en las Naciones Unidas en violación de los convenios internacionales”, según la citada entrevista de TIME que duró 36 minutos. Sin embargo, analistas políticos y militares sostienen que la sugerencia no tiene sentido por cuanto las Naciones Unidas, es uno de los foros internacionales más escrutados e investigados por los Estados de todo el mundo.
Para tenerlo claro, una fuente de AFP revela el modus operandi de Wikileaks. Este opera con un banco de datos –el wiki- que a su vez es enriquecido por una red mundial de informantes. Lo que hacen los ordenadores de Wikileaks es transmitir copias digitalizadas de esos documentos para ser encriptados. De este modo el contenido de los documento se transforma en un mensaje codificado. La entrega a los lectores de los diarios asociados (New York Times, Le Monde, The Guardian, El País, Der Spiegel) fue a través de un acceso reservado con una contraseña. Finalmente, toda esa información llegó a una comunidad planetaria de relectores.
Assange, aclaró que los documentos fueron revisados con cuidado y redactados tanto por Wikilakes como por los diarios. Incluso, revela, solicitaron formalmente la ayuda del Departamento de Estado para obtener ayuda con eso, pero tal solicitud fue rechazada oficialmente. Además, confirma lo que adelantó Forbes, es decir, que la próxima revelación tiene que ver con una importante institución financiera, cuyo volumen de material asciende a 10.000 documentos.
Por supuesto, nada impide que la CIA, el FBI y los servicios secretos cumplan su labor en la identificación de quienes han estado en posesión de los documentos y quiénes los filtraron, pero hay quienes sostienen que esto es materia ajena al ejercicio de la libertad de expresión, de opinión, información y prensa. Es un asunto de seguridad. Julián Assange niega que con estas fugas esté promoviendo la desobediencia civil recordando que su organización trata de hacer un mundo más civilizado y actúa contra los abusos de organizaciones que van en dirección opuesta.
Alguien en Twitter dijo que se confirma que la diplomacia es hipócrita. La definición correcta de diplomacia seria “la aplicación de la inteligencia y el tacto a la dirección de las relaciones oficiales entre Gobiernos de Estados independientes”, siguiendo a Nicolson. O como diría Berridge, “la conducción de las relaciones internacionales por negociación, más que por la fuerza, la propaganda, o el recurso del derecho, y por otros medios pacíficos – como recabar información o generar buena voluntad- que están directa o indirectamente diseñados para promover la negociación.
En todo caso, hay gente que piensa que Estados Unidos siempre ha tenido habilidad para salir desde el fondo. Habrá que ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario