Jesus Jiménez Labán
Agencia CENTRUMNEWS - Cualquier política de gobierno no debe olvidar la salud de la población.
Se requiere hundir el bisturí en el presupuesto para proveer a los médicos -medicinas, reactivos, infraestructura, equipos e instrumental- para salvar vidas.
Es deprimente e inaceptable la negación de salud como política de estado. Por ejemplo, MINSA es asociada a gente pobre y, por tanto, para equivocación de muchos, relegada, olvidada y dócil a la muerte. De este modo, ir a una posta en situación de emergencia es como el viaje de un moribundo sin retorno a casa.
"Desde que uno se acerca a caja, pasa por identificación y registro hasta que se deriva a la sala de emergencia o laboratorio, en todo el proceso están presentes el maltrato, la larga espera y la indiferencia", comenta con amargura Luisa Guerrero, una atribulada mujer que ve impotente morir y sin remedios a su esposo en la camilla.
De hecho, la gente pide a gritos un cambio radical en el sistema de salud donde no existen ni siquiera personal ni equipos médicos y en el que las propias autoridades -desde el ministro hasta el último funcionario del escalafón- no creen en su propia marca.
Si las prestaciones de salud están totalmente descuidadas, es triste y lamentable comprobar que no existe tampoco una política elemental de prevención de la salud pública.
En cualquier posta -sea pediatría, ginecología, gerontologia, rayos X, laboratorios- el enfermo acude en busca de recuperación de su salud, pero irremediablemente muere no por culpa de los médicos -que operan con alicates, serruchos y sin anestesia- . El sentimiento trágico de muchos es que no hay apoyo del Estado como respuesta a un servicio público, lo cual forma parte de la dignidad y de los derechos humanos de las personas.
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