JESUS JIMENEZ LABAN
Para asumir y responder con visión, solvencia y responsabilidad social los retos del siglo XXI, resulta crucial reformar y modernizar el Estado peruano. Esto supone un hercúleo trabajo y esfuerzo por introducir al Perú en su conjunto a la economía del conocimiento. Y es, precisamente, lo que se debería hacer con más proactividad , de la mano con un liderazgo social que ponga en movimiento al país en camino hacia una moderna y creíble modernidad al servicio de las mayorías.
Obviamente, cuando hablo de reforma del Estado (transformación total adecuada a una nueva realidad) no me refiero a un fenómeno similar a la descentralización del año 2002 que amplió la noción del Estado como unitario, representativo y descentralizado. Tampoco estamos hablando de una modernización del Estado, (conjunto de procesos y acciones adecuados a una mejora), tal como se ha hecho hasta ahora, un conjunto de parches que no ha tenido ningún efecto en el tránsito de sus estructuras hacia una economía del primer mundo.
Vale recordar, en la historia económica se ha defendido la existencia de un estado robusto para auspiciar las políticas industriales, idea que está en desuso desde hace mucho tiempo. El Estado no es jugador sino un arbitro con órganos de control para evitar ir a los extremos en la economía. La realidad quiso que se implemente en el país el Consenso de Washington –como en muchos otros países- lo cual significó una corriente de privatizaciones, concesiones, responsabilidad fiscal, menor endeudamiento y profundización de la democracia dentro de un estado de derecho, entre otros puntos. Los cambios casi siempre se han dado en función de los ciclos económicos.
En realidad, vivimos tiempos en los cuales los organismos internacionales, los documentos de trabajo y las mentes más lúcidas ponen el acento en la equidad social, el desarrollo humano y la modernización a través de infraestructura de telecomunicaciones, los rieles de la globalización, un fenómeno eminentemente financiero. Como prueba de lo antes dicho puedo presentar aportes desde el PNUD (“Informe sobre desarrollo humano”), pasando por “La Hora de la Igualdad, brechas por cerrar y caminos por abrir” (CEPAL), el “Replanteamiento dela Función del Estado” del Banco Mundial hasta “Las Políticas de Empleo” de Peter Diamond, Dale Monrtensen, Christopher Pissarides que comparten el Premio Nobel de Economía 2010.
Palabras más, palabras menos, todos hablan de lo mismo: la pobreza, el empleo y las formas de modernizar y digitalizar las estructuras de los Estados, asegurar el bienestar social para conjurar los peligros del atraso, la violencia y el estancamiento y la corrupción.
Entonces, los cirujanos del Estado peruano tendrán –más temprano que tarde- hundir el bisturí en el corazón del problema: qué hacer con la burocracia. Por supuesto, estas reflexiones no pretenden hacer una crítica ácida contra los empleados públicos, sino más bien de aportar algunos elementos para hacer una prospectiva de cómo solucionar el problema recogiendo las ideas y propuestas de muchos. Hay quienes dicen, insisto, por ejemplo, que cuesta menos construir una nueva que recomponer la antigua, pero hay consenso en que una buena forma de pensar es encargar a los gestores de talentos el reclutamiento de personal altamente calificaco a la altura de la necesidad suprema, mejorar la gestión pública para ser más competitivos en el mundo.
En esta nueva era de la prisa y de la inmediatez, se requiere un estado moderno, global, ágil, ahorrativo y transparente con acceso a información y en alianza estratégica con otros Estados –como podría ser países integrados a los mecanismos de integración en la región y muchos otros del mundo vía acuerdos de promoción comerciales (TLC) – en procesos de integración regionales, hemisféricos y mundiales para aumentar la oferta exportable, conseguir crecimiento, desarrollo con calidad de vida de las naciones.
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