LIDERAZGO
Jesus Jimenez Laban
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Cuando un empresario se ve atenazado y asfixiado por una crisis financiera mundial, la primera pregunta que se hace es cómo incrementar la productividad de su empresa, es decir, obtener los resultados deseados en menos tiempo.
Cuando un empresario se ve atenazado y asfixiado por una crisis financiera mundial, la primera pregunta que se hace es cómo incrementar la productividad de su empresa, es decir, obtener los resultados deseados en menos tiempo.
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La respuesta cae por sí sola: aplicando nuevas ideas, conceptos, servicios que sean de utilidad práctica.
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Vale la pena rodearse de las mejores ideas que dan sentido de crecimiento, rentabilidad y excelencia a la organización. Las ideas frescas son el antídoto de la rutina. Ellas son la hoja de ruta de la innovación y la chispa del éxito. Se logra mucho con hacer, hacer y volver a hacer hasta darle el toque final a un invento. De lo contrario, como suele decirse, la excelencia de hoy, puede ser la mediocridad del mañana.
Vale la pena rodearse de las mejores ideas que dan sentido de crecimiento, rentabilidad y excelencia a la organización. Las ideas frescas son el antídoto de la rutina. Ellas son la hoja de ruta de la innovación y la chispa del éxito. Se logra mucho con hacer, hacer y volver a hacer hasta darle el toque final a un invento. De lo contrario, como suele decirse, la excelencia de hoy, puede ser la mediocridad del mañana.
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Sin embargo, el debate de ideas por sí solo no lleva a ninguna parte, a no ser que después se haga coordinación de hechos. Pasar del laboratorio a la realidad.
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Cabe citar el caso de un ejecutivo que cree que los productos y servicios que vende su transnacional no sólo valen por sí mismos sino también por la creencia de la gente que al comprar las mercancías está cubriendo una necesidad, una urgencia y un deseo de mejorar su bienestar como persona, profesional o ejecutivo. De este modo, según la filosofía de gerente de ventas, parece ser que el público compra la ilusión o el espíritu de la idea que le venden más que el producto o servicio.
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Sea como fuere, para innovar hay que inventar algo. No basta que la idea quede en el laboratorio. No hay idea completa si no se llega a comercializar. Es necesario que lo que se inventa termine introduciéndose en los espacios –mercados- en los que la gente puede hacer usufructo de ellos.
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Esto me recuerda, por ejemplo, el caso de una magistrada americana formada en la Universidad de Harvard que encontró en el arte el medio perfecto para evaluar el conocimiento de sus alumnos sobre los derechos humanos. Decía la “justice”, que es como se conoce también a los jueces supremos, que la evaluación es integral cuando uno expresa sus conocimientos a través de la música, la literatura y la pintura.
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El mandato de la excelencia empresarial es innovar. Esto supone asimilar conocimiento nuevo, renovarse y estar siempre a la caza de las mejores ideas. Para innovar hay que tender puentes que permitan el transporte de esas ideas del campo teórico –del sueño- al campo de la realización.
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El sentido común de las personas es tan importante como el descubrimiento que hace el científico en un tubo de ensayo. Bill Gates, que marca una era en la informática, ha encontrado en los centros de innovación un medio idóneo para motivar a los jóvenes a que aporten nuevas ideas, de manera que trabajen directamente en la renovación y la excelencia empresarial, entendida como un conjunto de prácticas de gestión para optimizar los resultados a todo nivel –cliente, liderazgo, procesos, personas- en busca de una mejora continua e innovación, alianzas mutuamente beneficiosas teniendo como foco central la responsabilidad social.
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Es un poco decirle al mundo que el centro de todo en una organización está al servicio de excelencia al cliente y en servir a la gente apoyando el voluntariado, poderosa motivación que mueve a muchas personas a dedicar parte de su tiempo a un trabajo no remunerado al servicio de la comunidad o del medio ambiente.
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Ningún usuario o consumidor apreciará lo que hace una organización que mira hacia adentro. Por supuesto, -siguiendo el modelo occidental- es relevante dar buen trato, sueldo competitivo y ascensos por sus méritos tanto a ejecutivos como a empleados, si los números lo permiten. De igual forma, -siguiendo el modelo oriental- darles sentido de pertenencia a su empresa y estabilidad al futuro. Sin embargo, el usuario o consumidor valorará todo aquello que representa un servicio para él, su familia y la sociedad.
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De este modo, más importante que las utilidades del directorio y los beneficios de la plana laboral, es la innovación que, precisamente, permite a la empresa brindar un mejor servicio a la comunidad. Con responsabilidad social y con la promoción del voluntariado, se puede ayuda a la gente a que se conecte con la tecnología, se capacite o especialice y se vuelva productiva como medio de auto realización y servicio a la sociedad.
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Esto es como decirle a la comunidad “me importas, no estás sola, cuentas con mi apoyo”. En realidad, la idea no es nueva. A su manera, la aplicó el derecho romano, cuyos códigos éticos descansaron en tres columnas: ayuda al hermano, no hagas daño a tu prójimo y da a cada uno lo suyo.
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Sólo así, siguiendo las nuevas estrategias de la gerencia de la diferencia, podremos entender que las bases de una empresa son liderazgo, valores y motivación para hacer realidad los sueños.
En el tema liderazgo, particularmente, creo que el líder se hace desarrollando capacidades y formándose en la vida dentro una irrepetible dimensión personal, teniendo en cuenta que los objetivos deben ser originales, los planes flexibles y viables para no tener que abandonarlos por no adaptarse fácilmente a la vida y al trabajo de la persona.
En el tema liderazgo, particularmente, creo que el líder se hace desarrollando capacidades y formándose en la vida dentro una irrepetible dimensión personal, teniendo en cuenta que los objetivos deben ser originales, los planes flexibles y viables para no tener que abandonarlos por no adaptarse fácilmente a la vida y al trabajo de la persona.
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Dicho de otro modo, las cosas que uno proyecta tardan en madurar y a veces no salen exactamente como alguien lo visualiza. Es necesario no tener ideas fijas sino reflejos para activar un plan de contingencia. Hasta el imaginario popular no ha inventado nada mejor que aquello de “nunca poner los huevos en una misma canasta”, algo que se aplica en los negocios, la familia y la educación.
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En cuanto a los valores, éstos son fundamentales porque ayudan a consolidar la ética en los negocios. Esto es, respeto por la propiedad intelectual, el cumplimiento de la palabra y transparencia en los contratos, sean verbales o escritos, el pago de deudas, etc. Hay una frase que escuché hace poco. Sé consciente que Dios todo lo ve y pégate a la verdad en todos los sentidos porque ella te hará libre.
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Por último, no cabe duda, para empezar a hacer grandes cosas, es importante tener una motivación enorme. Vistas así las cosas, parece que las emociones son un componente vital de una organización antes que la visión de una empresa, sea cual fuere su naturaleza.
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Obviamente, es preciso tener una mente organizada, pasar por la tormenta de ideas, el plan, la dirección y el control para evaluar los resultados de la gestión de tal manera que la rutina no se apodere de una compañía, carta de defunción de un negocio.
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De la misma manera que la rutina es enemiga jurada de la innovación, la inacción es el oxidante de la mejor visión. Por ello, con justa razón, se ha dicho que una visión sin acción es un sueño. Ya desde los tiempos inmemoriales, ya las Escrituras lo dicen: quien no tiene visión, perece. En efecto, una acción sin visión es una pesadilla. En un mundo global –tanto hoy como ayer-, no se puede improvisar nada, todo tiene que pensarse antes para no dar pasos en falso.
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