DESPUES DEL SISMO…
Jesus Jimenez Labán (*)
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Una mujer anciana que llora desconsoladamente por no haber podido salvar a su nieta atrapada entre los escombros, pese a que le pedía ayuda en el mismo momento del terremoto. Tener billetes en el bolsillo y no poder comprar ni alimentos, ni agua ni medicinas para la familia. Comprar un departamento en el edificio más moderno y ver que se desploma en un terremoto porque los contratistas no cumplieron irresponsablemente el reglamento de construcción.
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Son tres escenarios que, a mi modo de ver, conmueven a mucha gente en la tragedia sísmica de Chile. Sin embargo, estas son las secuelas de un terremoto de magnitud que derriba casas, colapsa puentes, abre zanjas oscuras en las carreteras y que con un mar embravecido pone boca abajo a carros y buques kilometro y medio tierra adentro matando gente y destruyendo todo a su paso.
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Como resultado de un sismo de la intensidad que sufrió el país del sur, la gente se queda a oscuras, empieza a pedir alimentos, medicinas, agua y gas. Esto mismo pasó en Concepción, que fue devastada por el terremoto, además de otras localidades como Talca, Maule, Bío Bío. Probablemente, como la población intuye que estos productos van a escasear, entonces procede al acaparamiento. El problema se complica cuando la gente –en su mayoría jóvenes como en este caso- comete actos de saqueo y pillaje porque no sólo entra a los mercados a tomar artículos de primera necesidad sino –en acto de vandalismo- se lleva electrodomésticos y rompe cajeros de los bancos.
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Es por esto que lo primero que decidió el gabinete ministerial la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, (58) pediatra de profesión y con 80% de popularidad, fue establecer prioridades tales como toque de queda con la salida a las calles del ejército como complemento a la acción de la policía, distribuir ayuda –local e internacional previo catastro de necesidades- y acordar con las cadenas de supermercados la entrega de alimentos a los residentes para que el pánico no se apodere de la situación.
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Pero, ¿qué pasa con los enfermos, con la gente aislada e incomunicada y la salud de muchos que piden líquidos a gritos? La energía fue una prioridad y una exigencia con presión que ejerció la mandataria a los proveedores de energía porque el problema nunca fue de generación sino de distribución, según fuentes oficiales chilenas. En efecto, todo depende de la electricidad: las comunicaciones, el cuidado de los pacientes, aunque sean atendidos en los parques y la distribución de agua por parte de la planta de tratamiento.
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De manera que junto con los 10 mil soldados más otro contingente de policías, la seguridad completa vuelve con la recuperación de la energía, de la luz, de esa fuerza que pone todo en movimiento. Ahora bien, se pensó mucho para decretar el toque de queda en lugar del estado de sitio, que es una situación gravísima que restringe de manera peligrosa los derechos fundamentales. En el caso que nos ocupa, se prohibió salir a las calles de 9 de la noche a 6 de mañana, pero no se obligó a la gente a dormir dentro de los edificios siniestrados, según los testimonios y hechos registrados.
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Curiosa situación la que se ha creado ahí. Una presidenta, la doctora Bachelet, que arriesga su tremendo capital político y un presidente electo, don Sebastián Piñera, empresario multimillonario, que altera su plan de gobierno. Ambos tienen un destino común: un Chile dividido. Un Santiago que ha vuelto a la normalidad y un centro sur en rescate de emergencia y que tardará algunos años para su reconstrucción, incluyendo la ayuda internacional. El enemigo con el que luchan estos mandatarios no es humano, es la naturaleza misma. Chile nos tendió la mano en el desastre de Pisco, Perú devuelve ahora esa generosidad.
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Con información de New York Times, CNN, Wall Street y Los Angeles Times
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Jesus Jimenez Labán (*)
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Una mujer anciana que llora desconsoladamente por no haber podido salvar a su nieta atrapada entre los escombros, pese a que le pedía ayuda en el mismo momento del terremoto. Tener billetes en el bolsillo y no poder comprar ni alimentos, ni agua ni medicinas para la familia. Comprar un departamento en el edificio más moderno y ver que se desploma en un terremoto porque los contratistas no cumplieron irresponsablemente el reglamento de construcción.
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Son tres escenarios que, a mi modo de ver, conmueven a mucha gente en la tragedia sísmica de Chile. Sin embargo, estas son las secuelas de un terremoto de magnitud que derriba casas, colapsa puentes, abre zanjas oscuras en las carreteras y que con un mar embravecido pone boca abajo a carros y buques kilometro y medio tierra adentro matando gente y destruyendo todo a su paso.
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Como resultado de un sismo de la intensidad que sufrió el país del sur, la gente se queda a oscuras, empieza a pedir alimentos, medicinas, agua y gas. Esto mismo pasó en Concepción, que fue devastada por el terremoto, además de otras localidades como Talca, Maule, Bío Bío. Probablemente, como la población intuye que estos productos van a escasear, entonces procede al acaparamiento. El problema se complica cuando la gente –en su mayoría jóvenes como en este caso- comete actos de saqueo y pillaje porque no sólo entra a los mercados a tomar artículos de primera necesidad sino –en acto de vandalismo- se lleva electrodomésticos y rompe cajeros de los bancos.
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Es por esto que lo primero que decidió el gabinete ministerial la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, (58) pediatra de profesión y con 80% de popularidad, fue establecer prioridades tales como toque de queda con la salida a las calles del ejército como complemento a la acción de la policía, distribuir ayuda –local e internacional previo catastro de necesidades- y acordar con las cadenas de supermercados la entrega de alimentos a los residentes para que el pánico no se apodere de la situación.
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Pero, ¿qué pasa con los enfermos, con la gente aislada e incomunicada y la salud de muchos que piden líquidos a gritos? La energía fue una prioridad y una exigencia con presión que ejerció la mandataria a los proveedores de energía porque el problema nunca fue de generación sino de distribución, según fuentes oficiales chilenas. En efecto, todo depende de la electricidad: las comunicaciones, el cuidado de los pacientes, aunque sean atendidos en los parques y la distribución de agua por parte de la planta de tratamiento.
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De manera que junto con los 10 mil soldados más otro contingente de policías, la seguridad completa vuelve con la recuperación de la energía, de la luz, de esa fuerza que pone todo en movimiento. Ahora bien, se pensó mucho para decretar el toque de queda en lugar del estado de sitio, que es una situación gravísima que restringe de manera peligrosa los derechos fundamentales. En el caso que nos ocupa, se prohibió salir a las calles de 9 de la noche a 6 de mañana, pero no se obligó a la gente a dormir dentro de los edificios siniestrados, según los testimonios y hechos registrados.
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Curiosa situación la que se ha creado ahí. Una presidenta, la doctora Bachelet, que arriesga su tremendo capital político y un presidente electo, don Sebastián Piñera, empresario multimillonario, que altera su plan de gobierno. Ambos tienen un destino común: un Chile dividido. Un Santiago que ha vuelto a la normalidad y un centro sur en rescate de emergencia y que tardará algunos años para su reconstrucción, incluyendo la ayuda internacional. El enemigo con el que luchan estos mandatarios no es humano, es la naturaleza misma. Chile nos tendió la mano en el desastre de Pisco, Perú devuelve ahora esa generosidad.
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Con información de New York Times, CNN, Wall Street y Los Angeles Times
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