TLC DE PERU CON ESTADOS UNIDOS.
Jesus Jimenez Laban
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Existen poderosas razones para que tanto Peru como los Estados Unidos de América estén entusiasmados y esperanzados en el futuro, a la luz del Acuerdo de Promoción Comercial entre ambas partes, más comúnmente llamado TLC PERU-EEUU.
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No se trata de una anexión del Perú al país del norte, la conversión del país en una colonia, un beneficio exclusivo para inversionistas y un puñado de exportadores o una pérdida de la soberanía alimentaria ni mucho menos, como quiso perversamente la oposición más radical al proyectar el Tratado.
No se trata de una anexión del Perú al país del norte, la conversión del país en una colonia, un beneficio exclusivo para inversionistas y un puñado de exportadores o una pérdida de la soberanía alimentaria ni mucho menos, como quiso perversamente la oposición más radical al proyectar el Tratado.
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Se trata de un acuerdo bien negociado, con alto contenido profesional que nos permite pasar de una realidad de aislamiento entre murallas aduaneras al libre comercio, con enormes ventajas competitivas y comparativas respecto de nuestros países vecinos. Es posible que dentro de poco Ecuador, Bolivia, Colombia e incluso Chile se unan a Peru para aumentar la oferta exportable y obtener así beneficios. Con el logro adicional de nuestra economía del ansiado grado de inversión, esto puede significar en el mediano plazo–siguiendo a Bloomberg- un intercambio comercial del orden de los US$ 9 mil millones.
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Un punto fundamental es que este instrumento jurídico allana el camino para traer bienes de capital, ensanchar las espaldas de nuestra industria y con ello generar valor agregando en nuestras exportaciones. ¿Será un proceso largo? Sí. ¿Seguiremos en un comienzo siendo un país primario con mayor volumen de materia prima? Sí. Pero lo importante es estamos dando un paso de gigantesco hacia la generación de valor agregado para mejorar nuestros precios internacionales de exportación. [1]
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Un punto fundamental es que este instrumento jurídico allana el camino para traer bienes de capital, ensanchar las espaldas de nuestra industria y con ello generar valor agregando en nuestras exportaciones. ¿Será un proceso largo? Sí. ¿Seguiremos en un comienzo siendo un país primario con mayor volumen de materia prima? Sí. Pero lo importante es estamos dando un paso de gigantesco hacia la generación de valor agregado para mejorar nuestros precios internacionales de exportación. [1]
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Desde este momento, las puertas del país se abren a más bancos, más inversiones, más tecnologías de información, más compras públicas y privadas. Y, cómo no, viene en camino una lluvia de millones alrededor de factores tales como la agricultura, las patentes biológicas, la propiedad intelectual, las marcas, las franquicias y la propiedad industrial, entre otros.
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Al igual que la ministra, consideramos que un primer efecto de las bondades de este tratado será, por ejemplo, la rebaja en los precios de algunos alimentos, electrodomésticos, autos y vehículos de transporte pesado para el comercio interregional.
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No es cierto que este nuevo marco jurídico para las exportaciones entre Estados Unidos y Peru acabe con nuestra agricultura. Existe un mecanismo de compensaciones para los productos sensibles –trigo, maíz, arroz, algodón, lácteos, carne, oleaginosas, cebada y papa, contemplando plazo de adecuación a esta nueva realidad entre 10 y 17 años. Queda en la facultad discrecional de los propietarios de la tierra sustituir sus cultivos actuales por otros más rentables, de mayor oferta exportable y con mercado asegurado.
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Somos un país con cerca de 30 millones de habitantes, en tanto que Estados Unidos de América es un gigantesco mercado con 250 millones de consumidores y de insospechadas oportunidades. Cada Estado equivale a una potencia de la Unión Europea, de manera que los negocios son en grande. Sólo Montana le compra oro al Peru mas que todo China; Nueva York tiene un movimiento comercial en joyas de oro, prendas de vestir, aleaciones de estaño y alcachofas, más de lo que Perú le vende a Alemania y Florida, puerta de entrada a los Estados Unidos, le compra al Peru más que al Brasil.
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De lo expuesto podemos colegir que lo que viene es un entrenamiento feroz de nuestro empresariado –si es que no ha empezado ya-. Dicho en apretada síntesis, tenemos un Tratado de Libre Comercio ratificado por ambos Estados, implementado, es decir, reglamentado por el Congreso –en materia aduanera, laboral, medioambiental etc.- para exportador nuestros bienes y servicios con arancel “0”, vale decir, sin pagar impuestos.
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Seguramente que todos hemos seguido una lógica de pasos que van desde la definición de las fortalezas del negocio, investigación del cliente objetivo, detalle de la cartera de compradores y proveedores, ofrecimiento de los beneficios de nuestros productos y servicios, elección del local y tecnologías de información. ¿Qué nos falta ahora? Promover la asociatividad entre las universidades y la empresa privada para la puesta en operación de nuevos centros de investigación y desarrollo, operar con fundamento empresarial la gestión del conocimiento, reducir la burocracia y los trámites innecesarios y mejorar los procesos para armar un plan de mejora continua [2]. El futuro no está en camino, el futuro ya está aquí.
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[1] JESUS JIMENEZ LABAN, El Control del Futuro, 2008
[2] MAURICIO NORIEGA, Impulsar un negocio, Centro de Desarrollo Emprendedor ESAN, 2008
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[1] JESUS JIMENEZ LABAN, El Control del Futuro, 2008
[2] MAURICIO NORIEGA, Impulsar un negocio, Centro de Desarrollo Emprendedor ESAN, 2008
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