Jesus Jimenez Laban (*)
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Desde que alguna vez leí al escritor estadounidense Alvin Toffler en su libro “Revolución de la Riqueza” guardo en mi memoria la “edad de la prisa”, que es como llama el futurista a nuestra era en que todo lo queremos en menos tiempo, más barato y con gran calidad. Sin embargo, resultaba difícil creer y entender que lo escribía hace apenas unos años, se convirtiera en realidad en poco tiempo en múltiples facetas, lo cual indica que las mejores ideas tienen mayor velocidad de implementación que antes.
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No hace mucho la red social Facebook selló una alianza con una desarrolladora de software para poner al alcance de sus usuarios una línea telefónica gratuita, paso que fue seguido por Twitter con otra empresa. Si tradicionalmente el tiempo-aire ha sido el corazón del negocio de las telecomunicaciones, mucha creatividad se necesitará para generar valor agregado y así compensar la comunicación que otros regalan.
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No son ajenos a esta realidad los micro-infomerciales que se difunden por You Tube ni el marketing político de los candidatos que usan los mensajes de texto. En el caso de la multimedia, los productos se adaptan también a los mandatos de la edad de la prisa, descrita en esta revolución digital. En tanto, los videojuegos son otra industria poderosa en la que lo virtual se confunde con la vida real. Un fenómeno que alcanza todos los niveles de la sociedad sin distinción de edad y sexo porque no hay realidad que no se pueda recrear (re-crear), una excelente herramienta de acompañamiento pedagógico y de prospectiva para entender el pasado y proyectarnos al futuro.
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Para estar a tono con los tiempos, la cadena de televisión Univisión –seguramente otras harán lo mismo en poco tiempo- descarga en su portal capítulos de micro novelas de 7 minutos cada uno de una saga de 40, con la misma o mejor calidad que las novelas clásicas. De este modo, el público accede a su novela favorita desde su casa, oficina o negocio y podrá dentro de poco y hacer la historia según el deseo propio de cada uno.
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Siguiendo la cultura de la brevedad, el de micro novela, la red social Twitter –que no es herramienta de marketing sino de servicio- sorprendió en noviembre de 2009 con el lanzamiento de medio centenar de obras clásicas para ser leídas en resúmenes de 140 palabras. Este fenómeno, que se ha inaugurado como la “Twiteratura” o literatura por Twitter, ha generado reacciones divididas, contrariamente a lo esperado.
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El invento, que se atribuyen Emmett Rensin and Alexander Aciman - dos estudiantes jóvenes ingleses-, es saludado por el influyente y poderoso The Guardian pues contribuirá a la difusión entre los jóvenes de la literatura clásica que se pierde de vista por el influjo de los video juegos. No participan de la misma opinión The Wall Street y The Washington Post, en cuyas páginas editoriales ven en esta innovación algo que no gustaría a Shakespeare si viviera para defender sus obras, tales como Hamlet, Macbeth, Otelo, el rey Lear, Romeo y Julieta.
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¿Resulta todo esto irreverente, irrespetuoso o profano? Salvo mejor parecer, no hay nada malo en resumir las ideas y temas de los autores en 20 palabras por cada uno de los 60 clásicos si de lo que se trata es de integrar a los niños y jóvenes a las obras clásicas, entre los que se citan el “Paraíso perdido” de Milton, “La metamorfosis” de Kafka, “La Divina Comedia” de Dante o “La odisea” de Homero. Se quiere que la gente se divierta, se entretenga, se culturice, no se ofenda con lectura de calidad.
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Debemos volver a las ideas que dieron lugar a este nuevo mundo. La sociedad necesita personas que ayuden a las personas. Necesita gente que trabaje en el auxilio social. Necesita desarrollar sus capacidades cognitivas, pero en gran medida también las habilidades intelectuales, emocionales, afectivas. No todo en la sociedad de información es un tren sobre rieles de datos. Hay tiempo también para el espíritu.
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(*) Presidente de CENTRUM LABAN
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